Positividad Tóxica

Estamos en el mes de setiembre, que es el mes de concientización sobre el suicidio. Por esta razón hoy me nació hablar de la positividad tóxica.

¡Por supuesto que todos quisiéramos ser felices, todo el tiempo!, y la presión social nos fuerza, literalmente, a andar todo el tiempo con una máscara, como si sentir sentimientos, totalmente humanos, fuera algo malo, pero es que de eso estamos hechos, de puros sentimientos.

Se nos fuerza a sonreír (especialmente a las mujeres), se nos fuerza a crecer con frases como “al mal tiempo, buena cara”. En el trabajo se nos obliga a ser cordiales y a expresarnos de forma positiva todo el tiempo, todo esto con el fin de crear un buen ambiente, y que todo el mundo se sienta bien. En teoría todo eso está muy bien. Pero a cómo los seres humanos estamos hechos de sentimientos, la vida está hecha de decepciones. Sí, estoy de acuerdo en que después de las caídas, hay que levantarse y seguir luchando. Con lo que no estoy de acuerdo es con esconder los sentimientos para que los demás “no entren en pánico”; con mantener la compostura con tal de que el statu quo no se vea perturbado.

Algunas veces es simplemente imposible mantenerse fuerte. Por ejemplo, recuerdo que cuando mi bebé estuvo internada en el hospital, su abuela paterna me decía constantemente que mantuviera fuerte. Otra persona una vez me dijo que yo era la persona más débil que conocía, porque osé a dejar mis sentimientos al viento, y lloré a lágrima viva. Esa actitud de entereza emocional no me ayudó en nada en ese momento: el momento más difícil de toda mi vida, cuando mi pequeña hija se abatía entre la vida y la muerte. En lugar de recibir apoyo y empatía, recibí regaños, frialdad; y a largo plazo lo que eso generó fue que me alejara de esa familia.

Otras formas de positividad tóxica que he experimentado es en el trabajo. Por supuesto, hay que promover cierto grado de camaradería, pero ¿qué pasa cuando esa camaradería se vuelve hipocresía? Trabajé en un lugar donde los niveles de positividad llegaban a extremos cultistas; donde incluso se daban el lujo de pedirle a los empleados qué hacer y qué no hacer en su tiempo libre, con tal de que otros menesteres no interfirieran con “la misión”. Tan fue así, que cuando me rescindieron el contrato me pidieron no hablar con nadie, y si lo hacía tenía que hacerlo en términos muy positivos. El sentimiento que esto me provocó fue más de decepción que de otra cosa, pues no solo minimizaron mis sentimientos, sino que también me impidieron compartirlos con gente que pudo apoyarme en ese momento difícil. A la larga puede parecer que mantener un entorno laboral positivo es el non plus ultra, la meta de las metas, el cáliz dorado, pero me parece—y que conste que esta es mi muy desinformada opinión—que un ambiente tal, donde prima la alegría y se censuran las demás emociones no puede estar en capacidad de generar relaciones duraderas, sino más bien relaciones que se basan en la superficialidad y la falsa cortesía.

Esta positividad está tan arraigada y es fomentada de tal manera que la mayoría del tiempo no sabemos distinguirla, y es utilizada también por familiares y amigos para “dar ánimos”. Por ejemplo, se pueden escuchar frases como “todo pasa por algo”, o “mantente positivo”. No niego que esas frases pueden ser reconfortantes, pero minimizan emociones que forman parte de la experiencia humana, como lo es el dolor, la frustración, la tristeza o el enojo. Lo que es peor, negar u ocultar estos sentimientos, tachados de negativos, nos impide procesarlos y en consecuencia, traerán problemas de salud mental más adelante.

La influencia cultural en la positividad tóxica

Gracias a mis trabajos he tenido la oportunidad de conocer gente de muchas culturas, y no se puede negar que algunas de estas fomentan o perpetúan la idea de mantener una actitud siempre positiva, lo cual puede contribuir a la propagación de la positividad tóxica:

Cultura oriental: En países como Japón y China, existe un fuerte énfasis en el equilibrio emocional y el autocontrol. Se espera que las personas sean capaces de manejar sus emociones negativas sin mostrarlas abiertamente, ya que esto podría ser interpretado como una falta de respeto hacia los demás. Esta presión por mantener las emociones bajo control puede generar una tendencia a reprimir sentimientos y evitar expresarlos.

Cultura occidental: En occidente, especialmente en América del Norte, la idea del “sueño americano” promueve constantemente el éxito y la felicidad como metas alcanzables para todos. Esto puede llevar a muchas personas a ocultar sus dificultades y luchar por demostrar constantemente una imagen exitosa y feliz ante los demás.

Culturas latinoamericanas: En muchos países latinoamericanos, se fomenta el optimismo y la alegría como parte integral de su identidad cultural. Aunque esta actitud puede ser beneficiosa en ciertos aspectos, también puede generar presión social para ocultar cualquier emoción negativa o problema personal.

Creo que es importante darle espacio a todas las emociones, esto para contrarrestar los efectos de la positividad tóxica. Debemos procurar permanece en ambientes donde nos podamos expresar libremente y ser aceptados como somos. Forzar a las personas a ser alegres y sentirse bien todo el tiempo no es sano, como no lo es, tampoco, ponerle fecha de caducidad a los sentimientos, cada quien lleva sus luchas en su tiempo y a su manera.

Cynthia Salgado

Diseñadora y comunicadora visual. Defensora del diseño inclusivo.

https://cynthiasalgado.com/
Anterior
Anterior

Economía y Sociedad